"ESA RAYITA CHUNGA" |
Y ahí me pilla por los huevos, porque de eso, a llamarte amigo mío no cabe el canto de un euro. ¿Comprendes? Me implica y me compromete. Un amigo tuyo se está jodiendo la vida con la puta coca, viene a contar -en traducción libre, claro, porque tu vieja no habla así ni de coña-, así que dile algo. Y aquí me tienes, oye. Diciéndotelo. Vaya por delante que comprendo lo fácil que es. Te vas de fiesta con tu churri el sábado por la noche, empiezas la marcha, pillas un ciego entre música y baile, y siempre hay un amigo, o tú mismo, que tiene a mano 30 pavos para medio gramo; y como en este país de mierda todo cristo trapichea con perico sin que pase nada, te basta mirar alrededor y encuentras suficiente para empolvaros tú y tu cari, y encima aún queda para un nevadito como postre. Eso también lo comprendo. Las pirulas, como a estas alturas sabe todo dios -menos los retrasados mentales que aún las engullen-, tienen muy mal rollo y te hacen polvo; y cuando se mezcla, la peña palma que te rilas. Por otra parte, si te emporras te vas abajo y se acaba la fiesta. Así que el perico parece lo adecuado. ¿Verdad? Te pones hasta las trancas de alcohol. Luego te metes una raya, y acto seguido te comes el mundo, tan lúcido y despejado como si acabaras de salir de la ducha. Pero tiene truco, tío. Te lo juro. Es como jugar al póker con el diablo de tahúr. A la larga, siempre pierdes. Puedes perder, sin más, en la primera mano. Que pasa mucho, por cierto. A tu edad uno se cree inmortal. Invulnerable. Metes a tu pivita en el Ibiza, lo pones a 180 y te crees lúcido y despejado. Yo controlo, dices. Nos vemos en tal sitio para seguir la fiesta. Y donde te ven al día siguiente es en las páginas de sucesos, colega, con la gente que mueve la cabeza y dice: otro gilipollas que no sólo palmó él, que todavía, sino que palmó con la novia, con dos amigos y con un pobre hombre que venía en dirección contraria, camino del trabajo, a las seis de la mañana. Otro cretino irresponsable que, ignorando el valor de la vida, la derrochó estúpidamente y se la quitó a unos cuantos más. Un capullo cutre que, como decía Clint Eastwood en “Sin perdón”, perdió cuanto tenía y también cuanto podría llegar a tener. Y así será tu epitafio, amigo. Todos nos iremos un día, sí. Pero tú te habrás ido mucho antes. Como un carajote, que dicen los andaluces. Como un imbécil. También queda la segunda posibilidad, y no sé cuál es peor. Puede que tengas suerte y sobrevivas. Te harás mayor, tendrás un curro, te casarás o lo que sea. Y aunque eres un tío seguro y dices que controlas, que sólo es de sábado en sábado y etcétera, llegará un momento en que no podrás hacer nada importante sin cantar línea en ese bingo. De eso dependerá la concentración, la lucidez, la energía. Serás un esclavo toda tu vida, o la vida que te quede por vivir. Porque ésa es otra. La coca rompe los sesos, colega. Ese anuncio del gusano que se mete por las napias del tabique nasal hecho polvo, cuando sangres como un gorrino y te pases el día sorbiéndote los mocos con la gente mirándote entre compasiva y asqueada, y necesites empericarte no ya con medio gramo un fin de semana, sino con un gramo diario, y se te vaya la viruta en pagarte la dosis - echa cuentas en euros y acojónate, colega-, lamentarás no haberte conformado aquellos sábados con unas cervezas. Si no reaccionas a tiempo, te habrás convertido en una piltrafa. Y lo que es peor: lo sabrás cada vez que te mires al espejo. Para entonces puede que me sigas leyendo, si aún le doy a la tecla. Igual sí, igual no. Pero si quieres que te diga la verdad, me importa un bledo que a esas alturas me leas o no, porque ya no serás ni sombra de lo que eres. Ni yo estaré orgulloso de llamarte amigo, ni lo mío te servirá para nada. Serás un perfecto mierdecilla, tío. ¿De verdad vas a hacernos a tu madre y a mí esa putada? Arturo Pérez Reverte; El Semanal. |